Yo tenía un blog. De hecho, tengo dos. Pero del otro no hay que hablar, porque este se pone bastante agresivo, y así todo vale madre. En este en el que ahora escribo, gustaba de quejarme de un trabajo de mierda que solía tener. Ahora, no lo hago tanto. Varias cosas pasaron: cambié de trabajo por uno que es "mejor" (¿qué chingados quiere decir eso?), y tengo muchas más cosas que hacer en él (¿será eso "mejor"?), y me obsesioné con tuiter.
Tuiter, esa caja infinita de quejas, de obsesiones malsanas disfrazadas de followers y following, esa arma de una revolución que surge de las mismas condiciones y con las mismas herramientas que crean la dominación. Tuiter, intercambio inmediato de frustraciones y deseos, de información y creación, de risa e indignación. Qué curiosa red, tan peculiar herramienta, que está matando mis entradas sustanciales en este espacio sin lógica aparente ni método infalible. Tuiteo y no blogueo, y en el camino invento verbos que nadie viene a corregir.
En fin. Besos.
Tuiter, esa caja infinita de quejas, de obsesiones malsanas disfrazadas de followers y following, esa arma de una revolución que surge de las mismas condiciones y con las mismas herramientas que crean la dominación. Tuiter, intercambio inmediato de frustraciones y deseos, de información y creación, de risa e indignación. Qué curiosa red, tan peculiar herramienta, que está matando mis entradas sustanciales en este espacio sin lógica aparente ni método infalible. Tuiteo y no blogueo, y en el camino invento verbos que nadie viene a corregir.
En fin. Besos.