lunes, 12 de septiembre de 2011

Horas nalga

Antes, pensaba que las horas nalgas eran inherentes al trabajo particular que desempeñaba. Inocentemente creí que cambiando de trabajo, la nalga descansaría. ¡Iluso yo! Hoy, me doy cuenta que la hora nalga es inherente al trabajo en sí, o al menos a la forma actual del mismo.

¿Por qué tener horarios más flexibles, limitando así la pérdida forzada de tiempo en pláticas de la consistencia de la gelatina y los apretujones del metro, parece una locura? La respuesta, lamentablemente, no la tengo. Lo que si, es que diario tengo que chutarme a mi amorosa vecina de cubículo, una secretaría, hablarle con dulcísima voz a su hija, preguntándole por su desayuno de quesadillas, sus pocas ganas de ir a la escuela y otras cosas que, si bien son hermosas, a mi no me interesan ni un poquito.

Dicen por ahí que debería ponerme a leer, a pensar, a escribir, y así lo hago. Lo que me pregunto es por qué no puedo hacerlo afuera, donde hay sol y bullicio, o bibliotecas vacías que me esperan. Para mi, esto de estar 8-10 horas en la misma silla, a largos ratos sin hacer nada productivo, es una verdadera estupidez.

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