martes, 18 de octubre de 2011

Yo tenía un blog, pero luego tuve tuiter.

Yo tenía un blog. De hecho, tengo dos. Pero del otro no hay que hablar, porque este se pone bastante agresivo, y así todo vale madre. En este en el que ahora escribo, gustaba de quejarme de un trabajo de mierda que solía tener. Ahora, no lo hago tanto. Varias cosas pasaron: cambié de trabajo por uno que es "mejor" (¿qué chingados quiere decir eso?), y tengo muchas más cosas que hacer en él (¿será eso "mejor"?), y me obsesioné con tuiter.

Tuiter, esa caja infinita de quejas, de obsesiones malsanas disfrazadas de followers y following, esa arma de una revolución que surge de las mismas condiciones y con las mismas herramientas que crean la dominación. Tuiter, intercambio inmediato de frustraciones y deseos, de información y creación, de risa e indignación. Qué curiosa red, tan peculiar herramienta, que está matando mis entradas sustanciales en este espacio sin lógica aparente ni método infalible. Tuiteo y no blogueo, y en el camino invento verbos que nadie viene a corregir.

En fin. Besos.

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