miércoles, 15 de junio de 2011

El último día (de este salario)

Como bien dicen, no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no llegue. Hoy, salgo por la puerta delantera de esta institución educativa de la que tanto me harté. Las cosas, en realidad, no estaban tan mal; el problema era que no pasaba nada.

Espero cambiar las horas-nalga por algo más productivo. Quiero lograr algo para mi y no para un judío desconocido, que lucra con nosotros, que nos venimos a sentar por largas, y aparentemente interminables horas, frente a una computadora; si me voy a joder la vista, que por lo menos se refleje en mi conocimiento y mi bolsillo.

Me voy recordando a la chica que venía buscando al artista plástico de las bubis y las pompis, o a la gente que está segura que la imprenta se inventó después de que cayera el Muro de Berlín: joyas contemporáneas de la idiotez. Me quedo con mis compañeros, que están aquí chingándole para salir adelante. Me quedo con el aprendizaje. Me llevo las anécdotas, que espero contar pronto, cuando tenga que mezclarme con mis nuevos amiguitos asalariados. Porque eso si, renuncio, pero sigo pagando cuentas, rentas y gustos.

Al final, trabajar es una forma de darle sentido a la vida, por lo demás carente de él. El problema real es cuando dejamos que ese sentido sea impuesto por algún capitalista anónimo, por algún jefe obtuso o por nuestra propia indecisión. ¡A seguir!

No hay comentarios:

Publicar un comentario